detrás de esta medalla, y de la alegría que lleva consigo, hay largas horas de entrenamiento, mucho sacrificio y altas dosis de disciplina. Su jornada empieza a las 5.10 de la mañana y termina a las 10 de la noche. Y entre ambas, la catalana entrena a conciencia su cuerpo... y su mente. Porque Mireia compagina su carrera deportiva con sus estudios de empresariales.
Cuando con solo cuatro años una escoliosis le obligó a lanzarse a la piscina, tal vez sus padres no imaginaron que ese gesto terminaría años más tarde con su hija subida en un podio olímpico.
¡Enhorabuena!
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