Tras dos años de lucha contra una importante lesión de rodilla, volvió con la selección de balonmano en busca del billete para los Juegos de Tokio en el preolímpico de Llíria. Hoy queremos compartir con todos vosotros su historia de superación y esfuerzo:
En junio de 2018, durante un partido contra Italia en los Juegos del Mediterráneo... “En una acción, al saltar y lanzar la rodilla se me fue. Yo pensé que sólo me había roto el cruzado, pero cuando me hicieron la resonancia, era mucho más grave”, recuerda.
La prueba mostraba que también estaba roto el ligamento lateral y el menisco, la temible “triada”, palabra temida por todos los deportistas. Las Guerreras ganaron días después aquellos Juegos del Mediterráneo e Ivet Musons subió al podio con las muletas. La dedicatoria especial de sus compañeras fue para ella.
Una semana más tarde se operó y empezó a disputar el gran partido de su carrera. “Ya no eran seis o siete meses que puedes estar de baja por el cruzado. Me requirió mucho más tiempo, mucho más trabajo y si te digo la verdad hay veces que no veía la luz. Que la rodilla no avanzaba aunque yo trabajaba y pusiera todo de mi parte; la rodilla no iba”, rememora. “Llegué a pensar que a lo mejor no podía volver a jugar”, insiste.
En septiembre de ese mismo 2018 tuvo que volver a ser intervenida y es como si empezara de nuevo. “Quería tirar la toalla, lo veía imposible, me dolía muchísimo la rodilla, ya no es sólo el deporte, es que no podía hacer la vida normal, subir y bajar escaleras... Si no ves eso, ¿cómo te vas a ver jugando? La cabeza va y viene muchas veces y cuesta, pero con trabajo y al contar con profesionales que me han salvado la vida, lo conseguí”, admite.
Graduada en Ciencias de Actividad Física y el Deporte, aprovechó todos esos meses de lucha para sacarse un Master en Rendimiento y Salud, para trabajar el cerebro mientras peleaba con el cuerpo y tener así “la mente más ocupada”. Poco a poco, tras horas y jornadas de gimnasio, piscina, fortalecimiento, lágrimas la articulación empezaba a funcionar. “Pude volver antes de Navidad y después pasó todo lo del covid, se me paró un poco el trabajo, pero si te digo la verdad eso me sirvió para volver más fuerte. En la cuarentena, tengo la suerte de vivir en una casa y pude seguir entrenándome de cara a la pretemporada. Fortaleciendo, no paré ningún día. Tenía un objetivo y una meta, no me desanimaba”, reconoce. “En pretemporada volví con un poco de incertidumbre, después de tantos meses de no tocar balón, de estar fuera de la pista, pues no sabía cómo iba a responder la rodilla, pero no tuve problemas ni tuve que parar... Todo era progresar”, continúa. Fueron casi dos años entre unas cosas y otras y esta temporada por fin ha podido volver a ser la que era y le ha llegado la recompensa. “Volver a jugar, antes de que pasara todo lo del covid, pues ya es un premio y regresar a la selección es una recompensa a todo ese trabajo y sacrificio que llevo”, afirma. Si además consigue llegar a Tokio... “Serían mis primeros Juegos. Entrar en la convocatoria para los Juegos sería otro reto y otro sueño, pero bueno, lo primero es clasificarse y después que venga lo que tenga que venir”, asegura Ivet, que sí sabe lo que es ser campeona del mundo de balonmano playa con España. Fue en 2016. Un año después recibió la primera llamada de las Guerreras y disputó el Mundial antes del parón forzado que la ha hecho más fuerte.
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